8 de febrero de 2005

EL CANDIL No. 40
Observatorio de derechos y conflicto urbano del IPC
http://www.ipc.org.co/

Por
Rafael Rincón
8 de febrero de 2005


EL PRESUPUESTO NO PARTICIPATIVO

El instrumento de planificación que sirve para establecer las prioridades del municipio, permitiendo un acceso universal de la población en las decisiones de ciudad se ha llamado presupuesto participativo. Esta forma de hacer el presupuesto se inicio en Porto Alegre, Brasil, en 1996, y hoy es considerada una práctica óptima por las Naciones Unidas y merecedora de ser extendida en muchas ciudades latinoamericanas.

Medellín ha acogido este instrumento en su plan de desarrollo 2004-2007. Es un programa de la línea uno “Medellín gobernable y participativa”, fundado en la planificación local que se desarrolla mediante consejos consultivos comunitarios y corregimentales, y que ha involucrado a cerca de 1.437 organizaciones en la definición de 916 proyectos. De esta manera se busca realizar inversiones por 60 mil millones de pesos del presupuesto anual de inversiones.

Este ejercicio invita a las comunidades a apropiarse del Plan de Desarrollo, a tener proyecto de ciudad y a superar las prácticas clientelistas.

Sin embargo, Medellín también tiene una práctica de presupuesto NO participativo, que es una práctica tradicional en donde los representantes de la ciudad y su administración, sin tener en cuenta la planeación definen las prioridades de la ciudad.

Medellín también ha acogido esta práctica de presupuesto NO participativo. De esta forma lo participativo del presupuesto se vuelve un sofisma de distracción; pues mientras, por un lado, se desgasta a las comunidades en talleres repartiendo una tajada irrisoria de la inversión, por el otro lado, el Alcalde, desde las alturas del piso doce de La Alpujarra, toma las decisiones estratégicas que él considera prioritarias.

La participación desaparece aún más cuando hay que hablar de los ingresos del municipio, o de las prioridades estratégicas de la ciudad. Cuando lo que está en discusión no es el muro de contención, sino el impuesto predial o el de industria y comercio ahí desaparece la participación.

Las comunidades no fueron consultadas para el reajuste de los avalúos catastrales; el incremento del 21.6% en los pasajes del Metro de Medellín se hizo por Decreto del Alcalde; las alzas del 20.8% en las tarifas de energía no fueron objeto de los consejos consultivos comunitarios en el estrato tres; el incremento del 17% en los parquímetros no fue producto de una concertación con los usuarios. Estas decisiones las toma el Alcalde a puerta cerrada, a lo sumo escuchando al exalcalde de Bogotá Enrique Peñalosa y a uno que otro miembro del grupo empresarial de Antioquia.

Es decir, en Medellín tenemos una práctica participativa, formal, que se vuelve demagógica, para la distribución de una fracción del presupuesto de gastos, que se llama PRESUPUESTO PARTICIPATIVO. Y, tenemos una práctica tradicional, real y de proselitismo político para definir el presupuesto de ingresos y la mayor parte del presupuesto de gastos.

Resultado: Una ciudad participativa para lo menudo y autoritaria para lo estratégico.

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