EL CANDIL No. 24
Noticiero Al Día FM 102.3
Observatorio de derechos del IPC
www.ipc.corporacionpp.org.co
TEATROCRACIA
Rafael Rincón
21 de septiembre de 2004
Una de las promesas de la democracia, y de todos los candidatos a cargos políticos, cuando buscan ser elegidos, es la de hacer público todo lo que van a hacer.
La democracia se diferencia del despotismo en sus controles y en su afán de visibilizar lo público. Colombia abunda en controles institucionales y civiles que buscan evidenciar los fines del servicio público. Desde las Personerías, pasando por las contralorías, hasta las recién reguladas Veedurías Ciudadanas, se observa un interés por translucir el quehacer público.
Uno de los controles que tiene el poder político es la obligación, constitucional y legal, de dar publicidad a todo lo que se hace. Aunque sea redundante esto es lo que diferencia al mundo de lo público del mundo privado y personal.
Colombia desde el siglo XIX ha consagrado el derecho de petición en sus constituciones para que los ciudadanos puedan acceder a la información que reposa en el Estado y conocer las llamadas razones de Estado. Los actos administrativos para que sean válidos deben ser publicados, puestos en conocimiento de los interesados o de los afectados. La publicación de los actos administrativos ha sido una garantía ciudadana. Colombia ha querido ser una democracia sin máscaras.
Sin embargo, esta obligación política es burlada a pesar de todos los controles existentes. El derecho de petición muchas veces responde pero no resuelve, es decir contesta pero no soluciona. La rendición de cuentas se vuelve un cuento sin cuentas. El Pacto por la transparencia se ve el día del evento de lanzamiento y se opaca el resto del periodo. Los lugares para las grandes decisiones, como el Congreso de la República, son remplazados por desayunos de palacio en donde no hay actas y los Teodolindos garantizan su impunidad y de paso su pensión.
El poder oculto se evidencia cuando de manera repetida aparecen acciones incoherentes, cuando se da mucho bombo a los actos finales y no a los procedimientos, cuando la secretaria dice que el jefe está en la otra línea o que está en reunión de junta.
A manera de ejemplo, podemos afirmar que falta publicidad cuando: No hay cuentas claras, cuando hay censura, cuando el periodismo no puede acceder al parque ambiental la Pradera, cuando un Gerente aduce razones personales para renunciar, cuando no se dice porque se desiste de una demanda con pretensiones de más de 600 mil millones de pesos, cuando hay un paro de buses y no se informa que pasó, o cuando se divulga una página web que no tiene información presupuestal; o cuando se renuncia por razones morales por no poder informar las cifras reales de seguridad.
En cambio si abunda el teatro para promover la imagen, la figura del gobernante, su sex appeal, sus gustos y disgustos. Consejos comunales para anunciar las metas del gobierno, actos para promover la transparencia, televisión privada para vender la ternura del hombre duro, radio para el cumpleaños y prensa para disculpar al poderoso. Mucho ruido para el maquillaje y las mascaras.
Nuestra democracia tiene más teatro o quizás más comedia para gobernar que publicidad para garantizar un buen gobierno.

21 de septiembre de 2004
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