4 de mayo de 2004

EL CANDIL No. 2

El Hambre
Rafael Rincón
4 de mayo de 2004

Por lo menos 842 millones de seres humanos terminarán hoy su día sin haberse alimentado con los ingredientes mínimos que exigen la salud y un futuro aceptables. El dato es aportado por la FAO, la organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, y se teme que la cifra crezca en forma dramática, debido a las guerras y al desplazamiento.

La inmensa mayoría de esos hambrientos se encuentra en los países en subdesarrollo, con mayor énfasis en el África Subsahariana. Pero América Latina y el Caribe aparecen en esas estadísticas con el 10% de población desnutrida. Un presente malo para quienes sufren el hambre física, un pésimo futuro para ellos, para sus descendientes y para los países en que viven. La propia FAO recalca que "además del sufrimiento humano, hay comprobación científica de las funestas consecuencias del hambre y la desnutrición sobre la productividad humana". Más aún, que se han demostrado los "severos efectos negativos sobre las tasas de crecimiento económico de los países con predominio alto de desnutrición

Las investigaciones científicas avanzan pero el fenómeno del hambre ya ha sido estudiado y por ello la Cumbre Mundial de la Alimentación, en 1996, propuso reducir a la mitad el hambre en el mundo para el año 2015. Esa meta no será cumplida, de acuerdo con las proyecciones que hace ahora la FAO y que serán analizadas en la Conferencia Anual reunida desde el pasado sábado en Roma. El hambre de tantos hombres, mujeres y niños es inmenso baldón para la humanidad que produce en la actualidad comida suficiente para todos los seres humanos, que dispone de los medios de información para saber al momento dónde se necesitan y puede ubicarlos de manera rápida en cualquier parte del planeta. Si no se cubren las necesidades alimentarias de todos los humanos no es entonces por razones de orden técnico sino por falta de voluntad política para hacerlo. Frente al espectáculo de las multitudes que padecen hambre está el derroche de la guerra, no sólo de las grandes confrontaciones con cuyo costo diario se podría alimentar por años a la población del mundo, sino de las guerras internas que destruyen los países. Esos conflictos impiden atender a los hambrientos y generar el empleo productivo que pudiera ser fuente de autosatisfacción de necesidades, además de agigantar el problema con las inmensas masas de desplazados que producen. De nuevo el informe de la FAO es ilustrativo. Aunque muchas condiciones climáticas o catástrofes naturales se encuentran en la base de las situaciones de emergencia que acrecientan el hambre, los desastres producidos por obra de los seres humanos son todavía mayores. Las hambrunas debidas a conflictos económicos y políticos pasaron de 15 a 35 % en un periodo de diez años. El hambre es sin duda un golpe físico permanente para quienes lo sufren. Debería ser también un peso moral permanente sobre la conciencia de la humanidad que tiene los medios para acabar con el flagelo y no lo hace, más por pobreza espiritual y cultural que por carencia económica

En buena hora se ha constituido el Fondo de seguridad alimentaria del municipio de Medellín y del departamento de Antioquia para luchar contra el hambre, un compromiso del Estado y de la sociedad. Finalmente, al lado de estos esfuerzos debe estar el de reconectar los servicios públicos domiciliarios para que cerca de 60000 familias puedan desayunar caliente.

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