29 de octubre de 2007

el yesQuero Nro. 172

Una lucha seria contra la pobreza

Por
Rafael Rincón Patiño*

Empieza una nueva esperanza en los municipios, departamentos y regiones con los gobiernos elegidos popularmente. Comienza un aire renovado para encarar el mayor desafío del siglo XXI: eliminar la pobreza y el hambre.

Colombia tiene 44 millones de habitantes, de los cuales 19 viven en la pobreza, y el 40.8% del total de la población no tiene asegurados los tres alimentos del día siguiente.

Se trata, ahora, de convertir las promesas y los programas de los candidatos en planes de desarrollo, en calidad de vida, en democracia y en derechos. El mínimo vital, el mínimo social, la ética de mínimos son principios, valores y derechos del Estado social de derecho, son las garantías del derecho fundamental a la dignidad de todas las personas.

Los alcaldes y los gobernadores tienen la obligación de convertir sus dependencias en las dinamizadoras del desarrollo humano integral. Es decir, son actores de primera línea del desarrollo.

Colombia ha constatado, en varios años de crecimiento económico, que la mayor rentabilidad empresarial no significa automáticamente mayor rentabilidad social; y en muchos casos, que el crecimiento económico no genera redistribución per se. La competitividad de muchas empresas radica en el empobrecimiento de sus trabajadores.

Mientras los grupos financieros se enriquecen las mayorías desaventajadas se empobrecen; mientras los pobres están lejos de las decisiones públicas los grupos económicos se apropian de ellas y de las políticas públicas.

En Colombia las mafias del narcotráfico tienen una alta incidencia en un alto porcentaje de los gobiernos locales y regionales y ello ha generado el escándalo conocido como la “parapolítica”. Por otro lado, los grupos económicos financieros se han apropiado de las decisiones públicas patrocinando gobernantes que pierden su independencia y terminan gobernando en beneficio de intereses particulares y en contra de los derechos; este fenómeno camina silencioso por los pasillos del Congreso y es condecorado en los salones del poder ejecutivo.

Cuando el Procurador General de la Nación, Edgardo Maya Villazón, sale en defensa de los derechos de los trabajadores y pide revocar la reforma laboral, los grupos económicos salen a apoyar el recorte de las garantías laborales y a defender las fallidas leyes que se impusieron en nombre de la generación de empleo.

Los gobiernos han sido capturados por centros de poder privado que extorsionan al poder público con inversiones a cambio de exenciones tributarias, lo que significa de inmediato para los municipios menores ingresos corrientes y, por lo tanto, menos inversión social. Es una modalidad de neocorporativismo que exacciona a las democracias locales.

Los alcaldes enfrentarán la nueva ley de transferencias que disminuye la participación en los ingresos corrientes de la nación, y enfrentan, también, el sofisma de los “empleadores”, que dicen crear nuevas fuentes de trabajo.

En nombre de la corresponsabilidad incumplen las obligaciones fiscales, deterioran el medio ambiente y se autocalifican de gente bien, transparente y honesta. Ellos son los perceptores de la corrupción administrativa, la miden, la califican y están más allá del bien y del mal.

No se consideran autores del desempleo sino sus salvadores sabiendo que el deterioro del salario lo debe asumir el Estado, es decir todos los contribuyentes.

Una familia que debe acudir a un comedor comunitario es porque existe un particular que no realiza una remuneración digna y que, por lo tanto, la tienen que asumir todos los ciudadanos.

Una lucha seria contra la pobreza empieza por ser una lucha planeada, en donde el debate por las prioridades significa ser consecuente con los recursos humanos, físicos y financieros.

Una lucha seria contra la pobreza implica desarrollar la solidaridad como derecho y como deber. Una lucha seria contra la pobreza no genera ventajas ni privilegios para los financiadores de las campañas electorales.

Es obvio, pero hay que escribirlo, los pobres no pueden seguir esperando que caigan las migajas de pan de la mesa del poderoso, tienen el derecho a alimentarse.


* Director de háBeas Corpus, Consultorio de Derechos y Gobernabilidad.


Medellín, 29 de octubre de 2007

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Dr. Rafael, pero lo que hacen aquí los bancos es una lucha seria contra los pobres. ¿Cuántos han perdido sus cassas?

Anónimo dijo...

Que bueno tu artìculo, gracias y feliz noche
ch

Anónimo dijo...

“El desequilibrio entre ricos y pobres es la enfermedad más antigua y fatal de todas las repúblicas”. Esto escribió Platón. Y veinte siglos más tarde se comprueba que la gran fosa entre pobres y ricos en el seno de una sociedad hace írrita la democracia, que es el modo de gobierno de las repúblicas.



José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, dijo, durante la asamblea general celebrada en Wasghington a comienzos de 2006 (El Nuevo Herald, 11 de abril de 2006): “En América Latina hay 200 millones de seres humanos que viven con menos de un dólar al día, que se morirían de la risa si alguien les hablara de democracia”. Dijo Juan Valera, diplomático y escritor español: “La democracia y la pobreza son incompatibles”. Se anota que en Colombia la mitad de la población (unos 22 millones de habitantes), vive bajo el nivel de pobreza (un dólar al día), esto es, viven marginados de la democracia. Frente a ese hecho concreto, que no necesita lucubraciones ni tolera disfraces, las elecciones que buscan fundar una democracia, a la vez que justificarla, son una mascarada. Añade Insulza: “Esa es la fragilidad de las democracias: que no resuelven los mínimos problemas de la pobreza”. En este mismo orden de ideas es oportuno citar a Jawajarläl Nehru: “La democracia es el medio para un fin, no el fin en sí mismo”.




Aquí se vive bajo la falacia de que las elecciones constituyen per se la democracia, esto es, que hay democracia porque hay elecciones, cuando éstas son sólo un mecanismo para elegir gobernantes, pero que no resuelven por su sola acción los problemas de la comunidad, que es el destino marcado para cualquier tipo de gobierno. Dice Norberto Bobbio: “En una democracia representativa el individuo no es el que generalmente decide; casi siempre es tan solo un elector”. Y agrega: “Como elector realiza su tarea normalmente solo, in singulus, en una casilla separada de los demás sujetos. El día de la elección no existe pueblo alguno como ente colectivo. Una democracia de electores, como es la representativa, no recibe su legitimidad del pueblo, el cual, como entidad colectiva, no existe fuera de una plaza o asamblea”. En esta misma línea de pensamiento escribió Tocqueville: “Considero probado que viven bajo una completa ilusión aquellos que consideran el sufragio universal como garantía de que la elección resultante será excelente”.



Y se comprueba, por el simple registro de hechos concretos, que aquel desequilibrio entre ricos y pobres, que hace írrita la democracia, según Platón, se va ensanchando día a día en esta República. La democracia que dice brotar de las elecciones no ha servido, puesto que no ha borrado el foso entre los opulentos y los miserables. “Se disparó la desigualdad”, tituló El Espectador el último día de 2003. “El Dane reveló que el índice Gini, que mide el desequilibro de clases en el seno de una sociedad, volvió a los mismos niveles de hace 40 años. El índice Gini para Colombia mostró que había sobrepasado el 0,60 (el índice 0 señala que no hay desigualdad; el índice 1,0 que hay la mayor desigualdad). Está, Colombia, entre los países más desiguales del mundo: Brasil 0,603; Suazilandia 0,609; Botsuana, 0,630. Bogotá tiene una de las cifras más aterradoras: 0,62.



Dice Amartya Sen, premio Nobel de Economía, que “es la gran riqueza la que permite las mayores diferencias entre la población de mayores ingresos y la de menores ingresos”. Aquí los ricos son muy ricos, y compran 260.000 carros al año, en tanto que la mayor parte de las familias deja de pagar los servicios públicos para poder comer. Uno de cada cinco padres perdió, en el curso del año corrido, su empleo.



Alberto Mijunin, director regional para América Latina de la política social de la Unicef, expone en su libro Todos entran: “Tanto la pobreza y la exclusión, como la concentración de la riqueza y los ingresos, son manifestación de la pobreza de la ciudadanía”.



O sea, no hay sino un método para acabar con los pobres: acabar primero con los ricos.

Anónimo dijo...

Rafael:
Desde que empecé a recibir tus semanales contribuciones he admirado esa soberbia capacidad de análisis que destila tu inteligencia, pero esta vez has estado, sencillamente, lúcido.
Absolutamente de acuerdo contigo.
Un abrazo,
Álvaro Suescún Toledo.
Barranquilla.

Anónimo dijo...

Lo que sucede es que a los gobernantes no les gusta mostrar la pobreza, ellos quieren mostrar ciudades llenas de comodidades para los visitantes. Cartagena son dos ciudades, la del corralito de piedra, la de los plegables, y la otra, cartagena, no es cartagena, sino el Nelsón Mandela.

Anónimo dijo...

Esperamos tu análisis de las elecciones. Ojalá no pases de agache.

Anónimo dijo...

Hola Rafael, sigue la pobreza. Pero, la riqueza es la que tienen en la agenda los promotores de las alcaldías.

En esta campaña no hubo promesas, hubo imagenes.

Laura

Anónimo dijo...

¿Qué pasó en Medellín?

Esta columna presenta una explicación inédita de la gran sorpresa de las elecciones de la semana anterior: el triunfo de Alonso Salazar en la ciudad de Medellín.
Alejandro Gaviria

sábado, 03 de noviembre de 2007
Esta columna presenta una explicación inédita de la gran sorpresa de las elecciones de la semana anterior: el triunfo de Alonso Salazar en la ciudad de Medellín. Quisiera comenzar la explicación con un reconocimiento: las firmas encuestadoras pasaron el examen. Todas lograron predecir los ganadores de las elecciones en las principales ciudades del país, con una excepción notable: la ciudad de Medellín, donde ninguna pronosticó el triunfo de Salazar, donde el error fue unánime, general. Un mal de todas y un consuelo para cada una.

¿Qué pasó en Medellín? La mayoría de los encuestadores han ofrecido una explicación empaquetada, una excusa genérica. “Las encuestas señalaron la tendencia”, dicen en coro. “Las últimas mediciones —insisten— mostraban que Salazar iba perdiendo pero que venía recortando terreno”. “Seguramente —especulan— Salazar ganó en el último envión, en el esfuerzo final del último fin de semana”. Esta explicación deja mucho que desear, es una forma de racionalización ex post que tiene la gran ventaja de no ser verificable. Además, en el caso de Medellín, un examen detallado de las encuestas no permite discernir ninguna tendencia. Si acaso, la tendencia favorecía a Luis Pérez. En suma, la explicación dada por los encuestadores es incompleta en el mejor de los casos. Y equivocada (deliberadamente engañosa) en el peor.

¿Qué pasó, entonces? En mi opinión, los encuestadores sobreestimaron la participación electoral de los residentes en los estratos bajos, lo que, a su vez, los llevó a sobreestimar el caudal electoral de Luis Pérez, el candidato perdedor. En Medellín, el porcentaje de votantes es mucho menor en los estratos bajos que en los altos; en Bogotá, Cali y Barranquilla es muy similar. Los datos de la Encuesta Social y Política (ESP) de la Universidad de los Andes muestran, por ejemplo, que en las pasadas elecciones presidenciales la participación electoral en Medellín fue 42% en el estrato uno, 54% en el estrato dos, 62% en el estrato tres y 80% en los estratos cuatro, cinco y seis. Los porcentajes correspondientes para las ciudades de Bogotá, Cali y Barranquilla, consideradas de manera conjunta, fueron: 63%, 60%, 65% y 68%. Las firmas encuestadores actuaron como si todos los estratos tuvieran una participación similar o confiaron en los reportes (muchas veces exagerados) sobre intención de voto. Este comportamiento afectó seriamente sus predicciones en Medellín pero no causó mayores distorsiones en Bogotá, Cali y Barranquilla. En la ciudad de Medellín, las encuestas sumaron votos inexistentes en algunos barrios de estratos bajos, precisamente donde el candidato perdedor tenía una mayor aceptación.

La menor participación electoral de los estratos bajos implica que los votos del estrato cuatro son determinantes en Medellín. Paradójicamente, la baja participación de los estratos bajos protegió a Medellín del oportunismo electoral y de las promesas populistas. Tanto en Medellín como Bogotá, los ciudadanos más pobres favorecen algunas formas dudosas de intervención estatal y rechazan algunos aspectos esenciales de la economía de mercado. Estas opiniones tienen más fuerza electoral en Bogotá que en Medellín, simplemente porque los pobres votan con mayor asiduidad en la primera que en la segunda. La diferencia entre ambas ciudades no radica, entonces, en las preferencias políticas, sino en las tasas de participación electoral de los estratos bajos.

La conclusión del análisis previo es inquietante. Aparentemente la elección de Alonso Salazar no fue el resultado de la madurez política, de la fuerza del voto de opinión o de la responsabilidad ciudadana, como lo han afirmado varios analistas. El triunfo de Salazar parece, más bien, haber obedecido a un hecho circunstancial, fortuito y (al mismo tiempo) olvidado por los encuestadores: la desidia electoral de los pobres de Medellín.

agaviria.blogspot.com

Anónimo dijo...

SIN EMBARGO, HAY QUIENES DICEN QUE EN MEDELLÍN NO HAY RICOS NI POBRES. QUE ESO ES UNA CREACIÓN PARA GENERAR ODIOS. QUE HABLAR DE RICOS Y POBRES ES PROMOVER LA LUCHA DE CLASES.

Anónimo dijo...

LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS LAS GANAN LOS RICOS, SON ELLOS LOS QUE CUENTAN CON LA RIQUEZA QUE COMPRA CONCIENCIAS, SON ELLOS LOS QUE TIENEN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.

FAJARDO TUVO CUATRO AÑOS, 24 HORAS DIARIAS PARA METERNOS SU CANDIDATO

Anónimo dijo...

La pobreza está incluida. Sólo recibe pañitos de agua tibia. Los planes de desarrollo son un barniz a la desigualdad existente.

Carmen Lucía

Anónimo dijo...

LLL
Hermano
Fraterno saludo
Oyeme... Hecatombe es tener que mamarnos 4 años más al Pinocho de Uribe y sus promesas
incumplidas con: Maestros, Indigenas, Sector Vivienda, Salud, Empleo y paro porque no hay
trapo para la hemorragía.
Orlando EMR