el yesQuero Nro. 171
La democracia es un ratico
Por
Rafael Rincón Patiño*
Treinta candidatos a corporaciones públicas han sido asesinados en Colombia en vísperas de las elecciones locales y regionales a realizarse el próximo 28 de octubre. Candidatos de todos los partidos están en riesgo. La seguridad democrática es una seguridad aristocrática que sólo brinda tranquilidad a unos cuantos propietarios. Es la seguridad económica de un puñado de privilegiados.
La seguridad democrática del presidente Uribe V. es una seguridad sin derechos.
El derecho humano fundamental a elegir y ser elegido — el ratico de la democracia— está en riesgo por la violencia que ejercen las organizaciones armadas contra líderes políticos y por la negligencia de un “Estado Comunitario” que la única seguridad que les ofrece es desplazarlos a los cascos urbanos.
Mientras los candidatos son asesinados el comandante general de la policía, general Óscar Naranjo Trujillo, se dedica a quemarle incienso a su jefe, el presidente Uribe V., y a informarlo indebidamente de las investigaciones que desarrolla la Fiscalía General de la Nación y la Corte Suprema de Justicia.
Narcotráfico, guerrillas y paramilitares siguen empeñados en gobernar. A la fuerza expulsan de la justa electoral a sus contradictores. No hay elecciones libres en dónde una sola persona es asesinada o es amenazada. 328 municipios, de los 1098 que tiene el país, presentan algún grado de riesgo electoral según la Misión de Observación Electoral (MOE).
Colombia es una democracia muerta en vida. Los enormes esfuerzos de autoridades locales y regionales, de líderes políticos y sociales por revivir la democracia son enervados por las mil cabezas de la corrupción electoral y por la persistencia de las mafias que a la brava imponen sus distritos electorales y sus testaferros políticos.
La corrupción electoral va desde la burda compra del voto, pasando por la dudosa financiación de las campañas hasta la participación directa en política de los gobernantes para defender sus preferencias y conservar sus poderes.
Agravan la situación de la democracia quienes reniegan de la política y la envilecen en nombre de la transparencia. La propaganda negra, la calumnia, la tergiversación de la información son los métodos de los propagandistas y de persuasores profesionales que usando las técnicas comerciales venden los candidatos de la misma manera como se venden vehículos, jabones y perfumes.
La plaza pública era el termómetro de las campañas políticas. El acto de cierre era el acto de persuasión por excelencia. Llenar la Plaza de Bolívar en Bogotá o el Parque de Berrío en Medellín era el desafío final de cada candidato.
Hoy quienes sondean en profundidad la opinión pública (firmas encuestadoras) conjugados con los medios de comunicación son los que “orientan” las votaciones hacia el candidato líder, y si bien ellas no son definitivas, sí generan proclividad en un país sin partidos sólidos y en donde la pobreza multiplica la vulnerabilidad electoral.
El abstencionismo es otro problema de la democracia electoral colombiana. En Bogotá vota solo el 42% del censo electoral, en Medellín el 45% y en Cali apenas el 39%. Si la cultura política se midiera por la participación en las elecciones, las capitales de departamento, las que tienen mayores recursos, las que privilegian la educación serían calificadas con insuficiente.
Las cartas de los candidatos políticos están sobre la mesa, llegó la hora del ciudadano, el ratico de la democracia. Durante seis intensos meses los candidatos a corporaciones locales y regionales, a alcaldías, gobernaciones han recorrido sus territorios, se han reunido con sus gentes, se han publicitado, han debatido para conseguir el favor electoral.
Llegó la hora de la quema y la hora del humo. La fiesta electoral, esencia de la democracia liberal, es solo un ratico. El ciudadano tiene su cuarto de hora en ese ratico, tiene la oportunidad de forjar su destino o dejar que el abstencionismo, el enemigo silencioso de la democracia, le imponga la voluntad ajena.
Medellín, 23 de octubre de 2007
* Director de háBeas Corpus, Consultorio de Derechos y Gobernabilidad.
Democracy only lasts a little while
By
Rafael Rincón Patiño*
La seguridad democrática del presidente Uribe V. es una seguridad sin derechos.
El derecho humano fundamental a elegir y ser elegido — el ratico de la democracia— está en riesgo por la violencia que ejercen las organizaciones armadas contra líderes políticos y por la negligencia de un “Estado Comunitario” que la única seguridad que les ofrece es desplazarlos a los cascos urbanos.
Mientras los candidatos son asesinados el comandante general de la policía, general Óscar Naranjo Trujillo, se dedica a quemarle incienso a su jefe, el presidente Uribe V., y a informarlo indebidamente de las investigaciones que desarrolla la Fiscalía General de la Nación y la Corte Suprema de Justicia.
Narcotráfico, guerrillas y paramilitares siguen empeñados en gobernar. A la fuerza expulsan de la justa electoral a sus contradictores. No hay elecciones libres en dónde una sola persona es asesinada o es amenazada. 328 municipios, de los 1098 que tiene el país, presentan algún grado de riesgo electoral según la Misión de Observación Electoral (MOE).
Colombia es una democracia muerta en vida. Los enormes esfuerzos de autoridades locales y regionales, de líderes políticos y sociales por revivir la democracia son enervados por las mil cabezas de la corrupción electoral y por la persistencia de las mafias que a la brava imponen sus distritos electorales y sus testaferros políticos.
La corrupción electoral va desde la burda compra del voto, pasando por la dudosa financiación de las campañas hasta la participación directa en política de los gobernantes para defender sus preferencias y conservar sus poderes.
Agravan la situación de la democracia quienes reniegan de la política y la envilecen en nombre de la transparencia. La propaganda negra, la calumnia, la tergiversación de la información son los métodos de los propagandistas y de persuasores profesionales que usando las técnicas comerciales venden los candidatos de la misma manera como se venden vehículos, jabones y perfumes.
La plaza pública era el termómetro de las campañas políticas. El acto de cierre era el acto de persuasión por excelencia. Llenar la Plaza de Bolívar en Bogotá o el Parque de Berrío en Medellín era el desafío final de cada candidato.
Hoy quienes sondean en profundidad la opinión pública (firmas encuestadoras) conjugados con los medios de comunicación son los que “orientan” las votaciones hacia el candidato líder, y si bien ellas no son definitivas, sí generan proclividad en un país sin partidos sólidos y en donde la pobreza multiplica la vulnerabilidad electoral.
El abstencionismo es otro problema de la democracia electoral colombiana. En Bogotá vota solo el 42% del censo electoral, en Medellín el 45% y en Cali apenas el 39%. Si la cultura política se midiera por la participación en las elecciones, las capitales de departamento, las que tienen mayores recursos, las que privilegian la educación serían calificadas con insuficiente.
Las cartas de los candidatos políticos están sobre la mesa, llegó la hora del ciudadano, el ratico de la democracia. Durante seis intensos meses los candidatos a corporaciones locales y regionales, a alcaldías, gobernaciones han recorrido sus territorios, se han reunido con sus gentes, se han publicitado, han debatido para conseguir el favor electoral.
Llegó la hora de la quema y la hora del humo. La fiesta electoral, esencia de la democracia liberal, es solo un ratico. El ciudadano tiene su cuarto de hora en ese ratico, tiene la oportunidad de forjar su destino o dejar que el abstencionismo, el enemigo silencioso de la democracia, le imponga la voluntad ajena.
Medellín, 23 de octubre de 2007
* Director de háBeas Corpus, Consultorio de Derechos y Gobernabilidad.
Democracy only lasts a little while
By
Rafael Rincón Patiño*
Thirty candidates to public office have been assassinated in Colombia prior to the local and regional elections that will be held next October 28. Candidates of all political parties are at risk. Democratic security is a privileged security that only grants comfort to a handful of its owners. It is the economic security of a handful of the elite.
President Uribe’s democratic security is a security without rights.
The fundamental human right to vote and be voted for — Colombia’s little moment of democracy— is under threat due to the violence perpetrated by various armed organisations against political leaders, and also due to the negligent attitude of a “Communitarian State”, whose sole security is that of bringing candidates into the urban centres.
While the candidates are being assassinated, the Commander in Chief of Police, General Óscar Naranjo Trujillo, occupies himself in burning incense to his boss, President Uribe, devoting himself to misinforming Uribe about the investigations currently underway at the Attorney General’s Office and the Supreme Court of Justice.
Drug dealers, guerrillas and paramilitaries continue determined to form part of the government. They eject by force from the electoral battle those who are not their followers. One cannot really speak of free elections where even one single person is assassinated or threatened for participating in an election. Of the 1,098 municipalities in Colombia, 328 reveal signs of electoral risk according to the Mission of Electoral Observers (Misión de Observación Electoral, MOE).
Colombia is a democracy of the living dead. The enormous efforts made by local and regional authorities and political and social leaders to revive democracy are exacerbated by the electoral corruption of a thousand heads and the persistence of the mafias, imposing their electoral quotas and political figureheads by force.
Electoral corruption goes from the vulgar purchase of votes, through the dubious financing of campaigns, up to the direct participation of those in office in defence of their preferences and to perpetuate their power.
Democracy’s fate is aggravated by those who condemn politics and revile it in the name of transparency. Black propaganda, defamation and the manipulation of information are the methods that professional propaganda-makers and persuaders use, taking advantage of commercial techniques which sell candidates as they would cars, soap and perfumes.
The public square used to be a thermometer of political campaigns. The closing act used to be an act of persuasion per excellence. To fill the Plaza de Bolívar in Bogotá or the Parque de Berrío in Medellín used to be the ultimate challenge for any candidate.
Today, those who explore public opinion at depth (canvassing firms), in alliance with the media of public communication, are the ones who “orient” the votes towards a leading candidate, and although they may not say the last word, they do generate tendencies in a country with no decent political parties and in which poverty multiplies itself into electoral vulnerability.
Abstention is another problem of Colombian electoral democracy: only 49% of registered voters vote in Bogotá, 45% in Medellín and barely 39% in Cali. If political culture were to be measured by participation in elections, even the capitals of the provinces, those having the greatest number of resources and privileging education, would not get a passing grade.
The cards of the political candidates are on the table, the time is here for citizens, their little moment of democracy. For six intense months the candidates to local and regional councils, town halls and governor’s offices have traveled across their territories, met with the people, campaigned and debated, in order to attract electoral favor.
The time has come for the bonfire and the smoke. The electoral feast, essence of a liberal democracy, lasts only a little while. Citizens have their fifteen minutes: the opportunity to forge their destiny or to allow abstention, democracy’s silent enemy, to impose the will of others.
Medellín, October 23, 2007
* Director de háBeas Corpus, Consultorio de Derechos y Gobernabilidad.
President Uribe’s democratic security is a security without rights.
The fundamental human right to vote and be voted for — Colombia’s little moment of democracy— is under threat due to the violence perpetrated by various armed organisations against political leaders, and also due to the negligent attitude of a “Communitarian State”, whose sole security is that of bringing candidates into the urban centres.
While the candidates are being assassinated, the Commander in Chief of Police, General Óscar Naranjo Trujillo, occupies himself in burning incense to his boss, President Uribe, devoting himself to misinforming Uribe about the investigations currently underway at the Attorney General’s Office and the Supreme Court of Justice.
Drug dealers, guerrillas and paramilitaries continue determined to form part of the government. They eject by force from the electoral battle those who are not their followers. One cannot really speak of free elections where even one single person is assassinated or threatened for participating in an election. Of the 1,098 municipalities in Colombia, 328 reveal signs of electoral risk according to the Mission of Electoral Observers (Misión de Observación Electoral, MOE).
Colombia is a democracy of the living dead. The enormous efforts made by local and regional authorities and political and social leaders to revive democracy are exacerbated by the electoral corruption of a thousand heads and the persistence of the mafias, imposing their electoral quotas and political figureheads by force.
Electoral corruption goes from the vulgar purchase of votes, through the dubious financing of campaigns, up to the direct participation of those in office in defence of their preferences and to perpetuate their power.
Democracy’s fate is aggravated by those who condemn politics and revile it in the name of transparency. Black propaganda, defamation and the manipulation of information are the methods that professional propaganda-makers and persuaders use, taking advantage of commercial techniques which sell candidates as they would cars, soap and perfumes.
The public square used to be a thermometer of political campaigns. The closing act used to be an act of persuasion per excellence. To fill the Plaza de Bolívar in Bogotá or the Parque de Berrío in Medellín used to be the ultimate challenge for any candidate.
Today, those who explore public opinion at depth (canvassing firms), in alliance with the media of public communication, are the ones who “orient” the votes towards a leading candidate, and although they may not say the last word, they do generate tendencies in a country with no decent political parties and in which poverty multiplies itself into electoral vulnerability.
Abstention is another problem of Colombian electoral democracy: only 49% of registered voters vote in Bogotá, 45% in Medellín and barely 39% in Cali. If political culture were to be measured by participation in elections, even the capitals of the provinces, those having the greatest number of resources and privileging education, would not get a passing grade.
The cards of the political candidates are on the table, the time is here for citizens, their little moment of democracy. For six intense months the candidates to local and regional councils, town halls and governor’s offices have traveled across their territories, met with the people, campaigned and debated, in order to attract electoral favor.
The time has come for the bonfire and the smoke. The electoral feast, essence of a liberal democracy, lasts only a little while. Citizens have their fifteen minutes: the opportunity to forge their destiny or to allow abstention, democracy’s silent enemy, to impose the will of others.
Medellín, October 23, 2007
* Director de háBeas Corpus, Consultorio de Derechos y Gobernabilidad.
15 comentarios:
La democracia es un ratico y el autoritarismo ya quiere un tercer periodo.
Saludos Rafael
Lucy Mejía
En Medellín vota muy poquita gente y muchos no saben votar, y otros votan mal. La ciudad más educada no sabe votar.
Hola pues señor :
Creo que el deber ciudadano que más intento cultivar es el de la franqueza. Por eso quiero manifestarle, con todo cariño, que a veces después de leer su excelentemente bien escrita columna, que quedo con depresión ante tanta calamidad que usted denuncia. Me pregunto si será verdad tanta maldad en un país tan admirable como Colombia.
Creo que la parapolítica es sólo la fiebre del problema político que tiene Colombia.
Con razón dicen que Colombia es un Estado fallido.
Jorge Horacio
Increible que después de los escándalos del 2002, del 2003 y del 2006, vamos a repetir la dosis de corrupción electoral.
No pueden ser elegidos los mismos.
Hermano
Rafa
¿En dónde está la Seguridad Democratica del Paisa Uribe?
Es un Espejismo en boca del Recalentao Ministro Holguin Sardi y una Babasa en la lengua del
Paniaguado Ministro de Agricultura que no cultiva ni Pensamientos.
Sólo hay que seguir sembrando Caña y Palma Africana para los Bio-Combustibles y el Pueblo que siga Aguantando Hambre con la carestia de los Productos Agricolas.
Orlando EMR
Excelente análisis, Rafael. Queda pendiente el tema del "cuerno de la abundancia" que ha irrigado generosamente algunas campañas. Otra forma de corrupción. Gracias por compartirme estos textos.
Fernando.
Octubre 23 de 2007 - DISTORSIÓN DE LOS PRINCIPIOS
Deterioros de la democracia liberal
El modelo de democracia liberal, surgido de las revoluciones americana y francesa y perfeccionado durante la modernización capitalista, es hasta ahora el sistema más adecuado para gobernar a las naciones. La democracia liberal supone un ejercicio moderno de la política, mediante la institucionalización de los conflictos y la negociación de los intereses.
Excepto buena parte de los países más desarrollados, el resto -la mayoría- se halla lejos de cumplir con los requisitos que caracterizan al modelo, como la fortaleza institucional, la separación efectiva de poderes, el respeto a los derechos humanos y la promoción de la equidad social. Esta lejanía se expresa a través de problemas como la inestabilidad institucional, la ingobernabilidad, la distorsión de los principios democráticos y la incapacidad estatal de monopolizar el uso de la fuerza.
En los últimos años se ha vuelto cada vez más difícil cumplir con los requisitos del modelo. Incluso, en algunas de las sociedades más desarrolladas, como Estados Unidos, hay dificultades para sostener los logros alcanzados. Y en muchos de los países que se encuentran lejos del modelo se presentan intentos para diseñar esquemas alternativos de democracia y modificar los principios básicos que la identifican.
Estos fenómenos, que muestran mayores deterioros de la democracia liberal, no son ajenos a nuestro entorno geográfico, pero tampoco excluyen a nuestro país. Venezuela ha avanzado en los cambios orientados hacia lo que el presidente Chávez llama de manera poco clara 'socialismo del siglo XXI'. Bolivia, con Morales, ha intentado sin éxito definir una nueva constitución que implique un modelo alternativo de democracia. Ecuador, con Correa, acaba de aprobar en las urnas una asamblea constituyente para supuestamente 'refundar' el país. Y Colombia, con la reelección de Uribe, inició el rompimiento de los mecanismos de control entre los poderes del Estado y tiende a confirmar la influencia de la 'parapolítica' en las instituciones oficiales.
A diferencia de la inestabilidad política de los vecinos, Colombia ha gozado de una relativa fortaleza institucional. Por eso, no hay intentos de construir modelos alternativos que sustituyan las instituciones, sino que se busca su apropiación para distorsionarlas. Gracias a la relativa libertad de que han gozado narcotraficantes y paramilitares por la debilidad del Estado, estas fuerzas avanzaron en la apropiación de la institucionalidad. A partir de ahí, la distorsión de los principios de la democracia liberal ha estado a la orden del día.
El activismo, el carisma y el manejo mediático diario del Presidente han servido para mantener su buena imagen a como dé lugar, lo que ha desembocado en una degradación paulatina de principios democráticos, como son la fortaleza de los partidos, la autonomía de los poderes e instituciones que equilibran el Estado, la tipificación de los delitos y la libertad de opinión.
El hecho de que sea la coalición de gobierno la que han infiltrado más los paramilitares y las mafias ha llevado a que la autoridad presidencial sea más complaciente con sus huestes para mantener su apoyo. A la vez, la manipulación política y mediática oficial de la seguridad democrática ha alimentado las actitudes temerosas de estratos sociales que ven peligrar su seguridad. Ello ha contribuido a que apoyen la línea 'frentera' del Presidente. Todo esto a costa de debilitar las instituciones y polarizar más el país.
Dentro de este contexto, las expectativas de los próximos comicios, alimentados por la vanidad presidencial, tienden a confirmar la mayor influencia del clientelismo y la corruptela de la 'parapolítica'. Y de esto no se libra siquiera la capital de la República, a juzgar por la danza de los millones que se ha apoderado de la competencia electoral. Al parecer, el 'botín de guerra' del Estado no tiene límites, ya que los buenos salarios de que gozan los cargos públicos de elección popular no son suficientes para pagar las cuotas iniciales de los gastos de campaña.
Uno de los modos más críticos que las personas individuales tienen para influir en la toma de decisiones de los gobiernos es votando. La votación es una expresión formal de preferencia por un candidato, por la oficina, o por una resolución propuesta ante una cuestión. La votación, generalmente, ocurre en el contexto de una elección a gran escala, nacional o regional, sin embargo, elecciones de comunidad locales y en pequeña escala pueden ser también críticas por lo que se refiere a participación individual en el gobierno.
Señor Rafael.
Siga enviandome su columna, la palabra no debe morir, Somos ignorante a veces y se que la palabra es una realidad que debemos entender, sin imaginarlo.
Mis poemas son reales, quisiera enviarselo en estos días para que los lanze al vacío o al precipicio de cualquier calle de Medellín.
Alba Rosa
Rafael muchas gracias por tan excelente articulo. Saludos
Ramiro
Un pueblo que no vota es un pueblo sin futuro
hola,me gusto mucho este articulo y me parece que escribes muy bien.saludos.
Hola Rafa,
Acabo de leer tu yesquero. Muy, muy bueno. Me alegra que estés tan lúcido y escribiendo tan bien. Pero tuviste una imprecisión sobre el mapa de riesgos electorales de la MOE, los municipios en alto riesgo son 576. Es decir, el 52% del país.
Te reitero mi felicitación. Un abrazo,
José Darío
Dr. Rafael, que articulazo. Serio, informativo, claro y, por supuesto, crítico.
Laura
Publicar un comentario