el yesQuero No. 111
Columna de análisis y crítica política
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Medellín, Colombia

Una estrategia errada
Freír chivos expiatorios

Por
Rafael Rincón (*)

“No corra que da malicia”, decían los ladrones en las calles de Medellín después de una jalada de reloj. Era una forma de evitar el escándalo o la sanción social por los hurtos y también de eludir las fatales secuelas de la justicia colectiva con mano propia (linchamientos, “tren de pata” o una “pela”). Una estrategia callejera urdida para conquistar la impunidad.

Cárcel para los corruptos, “chuzo” para los corruptos, freír peces gordos, reducir los corruptos a sus justas proporciones (ex presidente Turbay Ayala), linchar a los corruptos (Presidente Uribe Vélez) son recetas sonoras y hueras del novelesco menú anticorrupción.

Los gobiernos no tienen claro que hacer con los corruptos y menos con la corrupción. La fórmula más socorrida para controlar este fenómeno, después de la cárcel, es la promoción de la transparencia a fin de conseguir la observación y el control de todos los actos públicos por parte de la ciudadanía. Por eso las autoridades públicas y las empresas firman pactos por la transparencia, que son compromisos frente a la ciudadanía o a los socios para poner en público lo que es del público.

Sin embargo, hay una manera fingida de resolver el problema de la corrupción usada para ocultar el fenómeno y sus raíces. Esa estrategia es la de “freír chivos expiatorios”.

Al contrario de la estrategia promovida por los voceros del Banco Mundial de “freír peces gordos” para disuadir al resto de ejecutar estos comportamientos, “freír chivos expiatorios” consiste en que cuando surge el escándalo por el hecho corrupto el gobernante omite con cálculo llegar a las causas del problema, pero hace un movimiento magistral ante la opinión pública: hace un gambito, un sacrificio de un peón o de un alfil para conservar la imagen del rey o de la reina o de una ficha superior.

En política, son los sacrificios de los denominados hombres del presidente. Es algo como entregar a un incondicional, una persona de campaña o un grupo de personas cercanas al escándalo para saciar la sed de justicia o de venganza de la multitud. Claro que algunos de éstos sacrificados caen parados con nombramientos en embajadas como le ocurrió al ex Director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) Jorge Noguera.

Este camino anticorrupción resuelve el problema del escándalo maquillando la imagen y erigiendo al responsable político en adalid anticorrupción, pero deja intacto el problema.

Un caso que ilustra esta modalidad de freír chivos expiatorios fue cuando el alcalde de Calí Apolinar Salcedo, después del escándalo en la contratación de la ampliación de la cobertura educativa, le pidió la renuncia a todo su gabinete. De esta manera resolvió el problema de imagen con la opinión pública y recuperó un tanto sus pobres niveles de aceptación, pero en detrimento del patrimonio de la ciudad porque se abstuvo de ir al fondo del problema.

El alcalde de Medellín Sergio Fajardo frente al escándalo de corrupción en el Área Metropolitana en los procesos de contratación de la microzonificación sísmica del Valle de Aburra decidió salir de los denunciantes; remediando de esta manera los problemas de imagen que el escándalo generó pero dejando intacto el problema, a sus autores y sus causas.

En la gobernación de Antioquia “renunció” el Gerente del Megaproyecto de la Conexión Vial Aburra-Río Cauca y fue liquidado el contrato por el escándalo de una comisión en un contrato de paisajismo de 70 millones de pesos. El escándalo salió a la luz pública por la voluntad de un particular, no por las acciones de control gubernamental o estatal.

El ruido fue sofocado y las acciones calificadas como transparencia total o ejemplo de probidad. El escándalo fue mitigado, pero el problema de la corrupción sigue. Difícil será persuadir a los antioqueños que en este megaproyecto de $325.000 millones sólo hubo una tentativa de recibir una coima de 3.5 millones de pesos.

“Freír chivos expiatorios” como linchar a los corruptos es reconocer que se carece de una estrategia anticorrupción porque sólo se está reaccionado frente a los escándalos que denuncian los particulares. Obrar así es confesar que no se tiene una política pública anticorrupción, o por lo menos un conjunto de acciones decididas y permanentes frente a quienes dañan el patrimonio de todos y merman el gasto público social.


Medellín, 18 de julio de 2006

(*) Director del Consultorio de Derechos y Gobernabilidad háBeas corpus