el yesQuero No. 90
COLUMNA DE ANÁLISIS Y CRÍTICA POLÍTICA
Consultorio de derechos y gobernabilidad háBeas corpus
Dirección electrónica: elyesquero@gmail.com; Medellín, Colombia
LA TORTURA COMO PRÁCTICA
Por
Rafael Rincón (*)
Quienes niegan la existencia del conflicto armado en Colombia y afirman la presencia de una agresión terrorista buscan, obviamente, dar un tratamiento diferente a la compleja violencia que desvela al país desde hace más de cuarenta años. Si el diagnóstico es de agresión, como dicen, en primer lugar no cabe la negociación; y en segundo lugar, no hay combatientes, ni delincuencia política sino agresores.
Reducir las violencias al diagnóstico de agresión tiene sus secuelas especialmente en el campo de los derechos humanos. Negar el conflicto armado es negar posibilidad de humanizar la guerra desde el Estado, es impedir la aplicación del Derecho Internacional Humanitario. Negar el conflicto armado conlleva a disciplinar a la milicia no para la guerra sino para la agresión y la guerra preventiva. Se trata de entrenar a los soldados para ocupar, para agredir y para desconfiar de los potenciales atacantes. La vía para lograr este fin es endurecer al soldado y el recurso para lograrlo es la tortura. En esta concepción conseguir “positivos”, resultados favorables, es un valor superior a la forma de obtenerlos.
Colombia se prepara, bajo la perversa influencia militar norteamericana, a replicar la experiencia de Estados Unidos en Guantánamo, Cuba con los 500 afganos despojados de su dignidad y de todos sus derechos; creando cárceles de máxima seguridad para entes, o para terroristas entre quienes estarán los opositores y disidentes al poder reelecto; o replicar la experiencia infame de la cárcel de Abu Ghraib en donde Estados Unidos, el invasor, aniquila en tierra ajena a sus agresores, los nativos; o la experiencia de la extinta Colonia Dignidad, del dictador chileno Augusto Pinochet, donde torturaba y desaparecía a los opositores.
Tildar de terrorista no sólo al enemigo sino también a la víctima sirve para justificar su degradación como persona y para negarle todos los derechos. Se hace de manera frecuente en Colombia cuando con boletines de prensa emanados de los Batallones se informa a la opinión pública de terroristas dados de baja y los noticieros replican dócilmente los contenidos castrenses, sin citar la fuente, y prestando así un pobre servicio a la información y a la justicia.
Lo grave de lo ocurrido en el Batallón de Infantería Patriotas en las instalaciones de la Sexta Brigada de Piedras (Tolima) es constatar, con el reprobable caso de los 21 conscriptos, que la tortura es una práctica, que no sólo es un detestable medio aislado para conseguir información o infligir dolor, sino que es un uso repetido, parece que se quiere tener soldados agredidos, indignos, que puedan pelear en cualquier latitud, y que, además, la tortura es también para los amigos y no exclusivamente para los adversarios.
La tortura es un fundamento de la llamada guerra preventiva de Bush y de la denominada seguridad democrática del Presidente Uribe. Con la tortura se descubren los horrores de este par de eufemismos. Así lo manifestaron los suboficiales cuando afirmaron que las torturas las aplicaban cumpliendo órdenes superiores y así lo constatan los familiares de soldados que habían callado por temor a represalias contra sus hijos, y así lo lamenta el comandante del ejército, General Reynaldo Castellanos, al calificar los hechos como una vergüenza para la institución.
La tortura en el ejército es una práctica, no es un hecho aislado. Las quemaduras y los abusos sexuales son menos denunciados que las golpizas, los submarinos o las humillaciones a los soldados campesinos. Y es una práctica que cuenta con la anuencia de algunos superiores o en palabras del Ministro de Defensa Camilo Ospina, con la “subvaloración de la información” (sic) y con la impunidad de los órganos de investigación y control.
La tortura con el enemigo busca infligir sufrimiento o conseguir información, la tortura con el amigo pretende disciplinar o conseguir un entrenamiento a prueba de fuego para no dejarse aniquilar del contrario.
Lo fatal de la tortura como práctica es que daña tanto a la víctima como al verdugo. La tortura es un cuchillo de dos filos. Colombia necesita un ejército digno, combatiente, lejos de la tortura, y ajustado a la Constitución.
Medellín, 21 de febrero de 2006
(*) Director del Consultorio de derechos y gobernabilidad háBeas corpus
COLUMNA DE ANÁLISIS Y CRÍTICA POLÍTICA
Consultorio de derechos y gobernabilidad háBeas corpus
Dirección electrónica: elyesquero@gmail.com; Medellín, Colombia
LA TORTURA COMO PRÁCTICA
Por
Rafael Rincón (*)
Quienes niegan la existencia del conflicto armado en Colombia y afirman la presencia de una agresión terrorista buscan, obviamente, dar un tratamiento diferente a la compleja violencia que desvela al país desde hace más de cuarenta años. Si el diagnóstico es de agresión, como dicen, en primer lugar no cabe la negociación; y en segundo lugar, no hay combatientes, ni delincuencia política sino agresores.
Reducir las violencias al diagnóstico de agresión tiene sus secuelas especialmente en el campo de los derechos humanos. Negar el conflicto armado es negar posibilidad de humanizar la guerra desde el Estado, es impedir la aplicación del Derecho Internacional Humanitario. Negar el conflicto armado conlleva a disciplinar a la milicia no para la guerra sino para la agresión y la guerra preventiva. Se trata de entrenar a los soldados para ocupar, para agredir y para desconfiar de los potenciales atacantes. La vía para lograr este fin es endurecer al soldado y el recurso para lograrlo es la tortura. En esta concepción conseguir “positivos”, resultados favorables, es un valor superior a la forma de obtenerlos.
Colombia se prepara, bajo la perversa influencia militar norteamericana, a replicar la experiencia de Estados Unidos en Guantánamo, Cuba con los 500 afganos despojados de su dignidad y de todos sus derechos; creando cárceles de máxima seguridad para entes, o para terroristas entre quienes estarán los opositores y disidentes al poder reelecto; o replicar la experiencia infame de la cárcel de Abu Ghraib en donde Estados Unidos, el invasor, aniquila en tierra ajena a sus agresores, los nativos; o la experiencia de la extinta Colonia Dignidad, del dictador chileno Augusto Pinochet, donde torturaba y desaparecía a los opositores.
Tildar de terrorista no sólo al enemigo sino también a la víctima sirve para justificar su degradación como persona y para negarle todos los derechos. Se hace de manera frecuente en Colombia cuando con boletines de prensa emanados de los Batallones se informa a la opinión pública de terroristas dados de baja y los noticieros replican dócilmente los contenidos castrenses, sin citar la fuente, y prestando así un pobre servicio a la información y a la justicia.
Lo grave de lo ocurrido en el Batallón de Infantería Patriotas en las instalaciones de la Sexta Brigada de Piedras (Tolima) es constatar, con el reprobable caso de los 21 conscriptos, que la tortura es una práctica, que no sólo es un detestable medio aislado para conseguir información o infligir dolor, sino que es un uso repetido, parece que se quiere tener soldados agredidos, indignos, que puedan pelear en cualquier latitud, y que, además, la tortura es también para los amigos y no exclusivamente para los adversarios.
La tortura es un fundamento de la llamada guerra preventiva de Bush y de la denominada seguridad democrática del Presidente Uribe. Con la tortura se descubren los horrores de este par de eufemismos. Así lo manifestaron los suboficiales cuando afirmaron que las torturas las aplicaban cumpliendo órdenes superiores y así lo constatan los familiares de soldados que habían callado por temor a represalias contra sus hijos, y así lo lamenta el comandante del ejército, General Reynaldo Castellanos, al calificar los hechos como una vergüenza para la institución.
La tortura en el ejército es una práctica, no es un hecho aislado. Las quemaduras y los abusos sexuales son menos denunciados que las golpizas, los submarinos o las humillaciones a los soldados campesinos. Y es una práctica que cuenta con la anuencia de algunos superiores o en palabras del Ministro de Defensa Camilo Ospina, con la “subvaloración de la información” (sic) y con la impunidad de los órganos de investigación y control.
La tortura con el enemigo busca infligir sufrimiento o conseguir información, la tortura con el amigo pretende disciplinar o conseguir un entrenamiento a prueba de fuego para no dejarse aniquilar del contrario.
Lo fatal de la tortura como práctica es que daña tanto a la víctima como al verdugo. La tortura es un cuchillo de dos filos. Colombia necesita un ejército digno, combatiente, lejos de la tortura, y ajustado a la Constitución.
Medellín, 21 de febrero de 2006
(*) Director del Consultorio de derechos y gobernabilidad háBeas corpus
4 comentarios:
TORTURE AS A PRACTICE
By
Rafael Rincón (*)
Those who deny the existence of armed conflict in Colombia and proclaim there is only terrorist aggression obviously seek to apply a different sort of treatment to the complex violence that the country has been undergoing for more than 40 years. If the diagnosis is aggression, first there is no room for negotiation, and secondly there are no combatants or political delinquents but only aggressors.
To diagnose the various kinds of violence as aggression has sequels, especially in the area of human rights. To deny that armed conflict exists in Colombia is to deny the possibility of humanising the war on behalf of the State, and to obstruct the application of humanitarian international legislation. Denying the existence of armed conflict leads to training the Army not to wage war but to become aggressors and opt for preventive war. Then the point is to turn soldiers into occupiers and aggressors, making them deeply mistrustful of their potential aggressors. The way to achieve this goal is to toughen soldiers up, and the way to toughen them up is subjecting them to torture. In this way of thinking, getting “positive”, favourable results, is a mightier value than how these are obtained.
Under the perverse influence of the U.S. Army, Colombia prepares itself to replicate U.S. experience in Guantamano, Cuba, holding 500 Afghans dispossessed of their dignity and their rights; to create maximum security prisons for ‘non-beings’, or ‘terrorists’, among whom the opponents and dissidents of the power about to be reelected are likely to be found; to replicate the infamous Abu Ghraib prison, in which the United States, the invader, annihilates its aggressors – its nationals – on foreign soil; or the extinct Dignity Colony, where dictator Augusto Pinochet tortured and disappeared the opposition.
To brand not only enemies but also victims as terrorists serves to justify their degradation as human beings and deny them all their rights. This already often happens in Colombia, when press bulletins released by Army units inform public opinion that terrorists have become ‘casualties’ and news broadcasts meekly replicate these reports without quoting their source, and thus poorly servicing information or justice.
The gravity of the news about the tortures carried out at the Patriot Infantry Batallion of the Sixth Brigada (Tolima) is to confirm, as in the case of the 21 conscripts who were tortured, that torture is a practice within the Armed Forces; that it is not only a hateful isolated means of obtaining information or inflicting pain, but that it is used repeatedly. Its aim seems to be having soldiers who are repeatedly attacked and robbed of their dignity so that they can fight in any environment; soldiers who have learned the lesson that torture is not just something to be used against your adversaries but also against your friends.
Torture is the cornerstone of President Bush’s preventive war and of President Uribe’s alleged democratic security. The evidence that tortures are on the rise reveals the horror behind these euphemisms. This is what the Army officials manifested when stating they had applied tortures following the orders of their superiors; this is what the relatives of the soldiers confirmed, although earlier they had kept quiet for fear of reprisals against their sons, and this is what Army Commander General Reynaldo Castellanos lamented, when he called these events a shame to the institution.
Torture among the Armed Forces is a common practice, not an isolated occurrence. Burns and sexual abuses are denounced to a lesser extent than beatings, submarines** or the systematic harassment against peasant soldiers. And it is a practice that counts with the approval of some top Army officials or, in the words of Minister of Defence Camilo Ospina, with the “underestimation of the information” and the impunity of the investigation and monitoring bodies.
Torturing enemies seeks to inflict pain or acquire information. Torturing friends is supposed to discipline or train soldiers to the hilt, so that they can never ever be crushed by their adversaries.
The fatal result of torture is that its practice hurts its victims as much as it hurts its henchmen. Torture is a double-edged sword. Colombia needs an honourable army, one that has nothing to do with torture and fully complies with the Constitution.
Medellín, 21 de febrero de 2006
(*) Director del Consultorio de derechos y gobernabilidad háBeas corpus
(**) The submarine is a method of torture whereby the victims are submerged in water until they nearly drown.
yo no tengo tan claro como
vos que se trate de 'endurecerlos'. yo creo que se
trata es de que ya estan tan aferrados a la tortura
que no pueden evitarla y que son sádicos todos. de
nacimiento o de aprendizaje. esto de la tortura es MUY
MUY MUY MUY IMPORTANTE, FUNDAMENTAL. No me alegro qu
este pasando pr supuesto pero me alegro que haya
salido. O ESTE SALIENDO AUNQUE SEA COMO UNA DIARREA A
POQUITOS. HAY QUE PERSISTIR EN ESTE TEMA EN TODOS LOS
SITIOS.
ahí está el caso de Ronald David Arbelaez Arbelaez de 23 años quien sufrió torturas en la IV Brigada, cuando el nuevo Comandante del Ejército Mario Montoya era comandante de la IV Brigada.
RAFAEL, pARA QUE EJERCITO... SI NO ESTAMOS EN GUERRA. COLOMBIA NO NECESITA NINGÚN EJERCITO, CON ESTE INMENSO DE LOS VENCIDOS ES SUFICIENTE, ¿NO TE PARECE?. DISCIENTO AMIGO MÍO. RAMIRO
Publicar un comentario