14 de febrero de 2006

el yesQuero No. 89
COLUMNA DE ANÁLISIS Y CRÍTICA POLÍTICA
Consultorio de derechos y gobernabilidad, háBeas corpus
Correo:
elyesquero@gmail.com; Medellín-Colombia


DEMOCRACIA POR MUESTREO
SIN PROMESAS NO HAY POLÍTICA

Por
Rafael Rincón (*)

La táctica electoral del momento es hacerse al lado del ganador y no ponerse a inventar promesas, es el camino fácil de quienes creen que el país ya está inventado y que lo que Colombia requiere es un complemento. Las vallas publicitarias delatan esta concepción parásita. Ellas se componen de una letra y un número grandes y la foto del caudillo al que adhieren. No hay promesas.

Las promesas organizadas, debatidas y publicadas se convierten en programas de gobierno que pueden ser evaluados, medidos, controlados y sobre las cuales los mandatarios rinden cuentas a sus representados. Sirven para que la ciudadanía se comprometa, tome partido y no brujulee.

La Conferencia Episcopal Colombiana ha reclamado a los candidatos una campaña programática y los ha instado a que renuncien a las descalificaciones e injurias. En otras palabras, los prelados de la Iglesia Católica elevaron súplicas a los candidatos para que hicieran promesas y no distraigan a los votantes con falsas confrontaciones personales.

Sin embargo, la actual campaña electoral tiene un déficit de promesas. Además de la modorra política la promesa de seguridad sigue siendo la opción preferencial y la bandera ganadora. No hay duda, seguridad es lo que reclama el mercado electoral y la quiere como autoridad, presencia policial, orden público, o si es necesario confabulada con las autodefensas.

Los políticos que se atreven a ir más allá de la promesa de seguridad ofreciendo una agenda social, o ambiental o política, corren el riesgo de no ser oídos, porque sus promesas serán percibidas como abstractas, sin concreción alguna. Ofertar igualdad, libertades, justicia, democracia, soberanía, es un discurso huero para un mercado con necesidades inmediatas y de corto plazo.

El tarjetón electoral está diseñado con ese enfoque liviano. Él no ayuda a conocer las promesas ni a los promitentes, el elector votará por una letra y un número. Ganará un partido sin programa y un candidato sin cara; y como no hay promesas no hay responsabilidades.

Las promesas políticas en el otrora Estado bienestar fueron abandonadas porque no hay cómo cumplirlas porque los servicios de salud y educación están en manos de particulares, ya no son competencia del Estado. La seguridad ciudadana es la promesa superviviente y ella continua siendo la condición angular de gobernabilidad ante las amenazas de las mafias del narcotráfico, de las guerrillas, de los paramilitares y de la delincuencia común. Hoy es inconcebible una campaña electoral exitosa sin la promesa de seguridad.

Antes la gobernabilidad descansaba en la satisfacción de las demandas sociales, hoy reposa en la promesa de seguridad. Las promesas sociales son adjetivas para una sociedad agobiada por la violencia. La gente se aguanta la pobreza o el desempleo en cambio de una promesa de seguridad.

Hasta ahora la llamada seguridad democrática ha sido una seguridad para las élites y para las ciudades, el campo sigue descobijado, es vulnerable. Es una seguridad para privilegiados, no es universal.

Después de la promesa de seguridad está el poder de los datos como fundamento de gobernabilidad en Colombia. Con este poder se construyen representaciones sociales, imaginarios de bienestar, legitimidad. Se logra utilizando a las agencias estatales de información como el DANE o el Departamento Nacional de Planeación apoyados por los medios de comunicación de las élites.

Opera como una gran orquesta gubernamental que desde el primer día del año y tres veces al día repite que la inflación, el desempleo, la inseguridad bajó y mediante encuestas se informa de los altos niveles de aceptación, y por lo tanto, de legitimidad de los gobiernos. El ciudadano en su soledad termina creyendo que su caso es especial y que a los demás les está yendo bien.

Con las encuestas (el poder de las cifras) se pasó de los gobiernos medidos por sus obras a los gobernantes aprobados por su aceptación. Así con mil doscientas personas encuestadas se llega a hacer creer que el 80% de cuarenta y cuatro millones acepta que las cosas marchan bien, así la pobreza sea del 50%.

De esta manera se está fundando la nueva Colombia sin promesas y con encuestas. La Colombia de la U es una democracia por muestreo.


Medellín, 14 de febrero de 2006


(*) Director del Consultorio de derechos y gobernabilidad, háBeas corpus.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Rafael, estoy totalmemte de acuerdo contigo
es falso que el 72% de los colombianos apoyemos a Uribe.

Los medios de comunicacion se estan prestando para estafar al pais
estamos asistiendo a un proceso colectivo de lavado de cerebro
como no ha tenido igual, creo, desde las epocas de hitler y stalin.
Algo parecido ocurre en Cuba, al otro extremo del espectro político

Y Uribe ganara, no porque la gente crea en el, no porque sea buen gobernante, ni honesto, ni buena persona, ni porque encarne esos ideales que los colombianos deseamos rescatar

ganara sencillamente porque apela al miedo. ese es su unico activo, nuestro miedo, nuestra desesperación. Y millones votaran por el, acogiendose al efecto de manada, que describe muy bien lo primitivos que somos como sociedad.

Un abrazo infinito
cuidate mucho

Eva

Anónimo dijo...

Lei tu articulo y tienes mucha razón. Espero tenerlo en cuenta en mi campaña y desempeño



Saludos cordiales,



Néstor Díez

Anónimo dijo...

hombre Rafa, recuerda aquel grafitti en Bogotá "señorese Pollíticos NO MAS REALIDADES, QUEREMOS PROMESAS!!!", SI DE ALGO TE SIRVE, CREO QUE TROCAR LOS DICHOS TIENE SWING, RAMIRO

Anónimo dijo...

SAMPLE DEMOCRACY
NO POLITICS WITHOUT PROMISES

By
Rafael Rincón (*)

Today’s electoral gimmick is to side with the winner and not bother making promises. It is the easy path for those who believe the country is already invented and what Colombia needs is a complement. The campaign billboards reveal this predatory view. They consist of a huge letter and a number and the picture of the Caudillo being pledged allegiance to. There’s not a promise in sight.

Promises drafted, debated and proclaimed become government programs that can be evaluated, quantified and monitored, and for which Presidents may eventually be held accountable. They allow citizens to take sides, commit and not waver.

The Colombian Episcopal Conference has entreated the candidates to launch a programmatic agenda, urging them to stop insulting and disqualifying their opponents. In other words, the Catholic prelates ask candidates to go ahead and make promises and not distract the voters with false personal confrontations.

The current electoral campaign, however, lacks promises. Apart from political lethargy, the promise of security continues to be the preferred option and the winning banner. Without doubt, security is what the labour market demands and it demands it in the form of authority, police presence, public order, or, if need be, connivance with the paramilitaries. .

Politicians daring to go beyond promising security and having a social, environmental or political agenda, run the risk of not being heard, since their promises are viewed as abstract. To offer equality, civil rights, justice, democracy and sovereignty is hollow discourse in a market that only recognises immediate short-term needs.

The electoral ballot is designed with this light approach in mind. It doesn’t give a clue about promises or those who make them; voters will choose a letter and a number. A party without a program is bound to win, a candidate without a face, and since no promises were made, no responsibilities are to be assumed either.

Political promises in what used to be a welfare state have been abandoned since there is no way to keep them; health and education are being increasingly privatised and no longer remain a competence of the State. Citizen security is the cornerstone of good governance in the face of the constant threats made by the drug racketeers, the guerrillas, the paramilitaries and common criminals. Today an electoral campaign without the promise of security is simply inconceivable.

Good governance used to rest upon the satisfaction of social demands; today it rests upon the promise of security. Social promises become adjectives in a society overtaxed by violence. People are very likely to withstand poverty and unemployment in exchange for a promise of security.

Until now the so called democratic security is a privilege of elites and cities. The countryside continues to be vulnerable, abandoned to its own means. We have security for a privileged few, not a universal one.

After the promise of security we have the power of data as the basis of good governance in Colombia. With this power we construct social representations, imageries of well being, legitimacy. It is achieved using state information agencies like the National Statistics Department DANE or the National Planning Department DPN, supported by the communication media of the elites.

This use of data functions as a huge government orchestra which, since the first day of the year and three times per day, repeats that inflation, unemployment and insecurity have decreased, while it reports, via the use of surveys, high acceptance indexes, thereby establishing the government’s legitimacy. Citizens in their loneliness end up believing that their cases must be special and everybody else’s life is getting better.

Using these surveys (power in ciphers) we have moved from governments gauged by their works to governments approved by their acceptance indexes. Thus, with a total of 1.200 people surveyed, we are made to relieve that 80% of a population of 44 million believe that things are going all right for them, even if poverty has risen to 50%.

This is the way the new Colombia is being founded, without promises and with surveys. Colombia with the U government is a sample democracy.


Medellín, February 14 2006


(*) Director of Corporation háBeas corpus.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por su información, sus aportes y opiniones resultan muy
valiosos en estas epocas.

Saludos,

Camilo Mejia
Asoabogados
U. de A.