el yesQuero No. 88
Columna de análisis y crítica política.
Correo: elyesquero@gmail.com; Medellín-Colombia
CONGRESO REFRENDARIO
HECHA LA TRAMPA, HECHA LA LEY
Por
Rafael Rincón (*)
El Presidente Uribe tiene descontada su reelección y así lo ratifican las encuestas de opinión. Ahora él dice estar más preocupado por la conformación del Congreso de la República que por su reelección. Desde la Casa de Nariño anuncian que el Presidente no necesita campaña, pero que sin embargo, ha decidido anticiparla porque urge de unas mayorías que le garanticen gobernabilidad. Ha dicho el Presidente Uribe que él no puede separarse de las elecciones para Congreso y que por eso realizará talleres pedagógicos, eso sí, sin descuidar el gobierno.
En un Estado de Derecho el Congreso tiene el poder de hacer las leyes y el Presidente es responsable de cumplirlas y hacerlas cumplir. También es regla en un Estado democrático que la Ley sea general, impersonal y abstracta. Además al Congreso le compete realizar un control político al Ejecutivo y cumplir, excepcionalmente, funciones judiciales frente a los altos servidores públicos como el Presidente, el Procurador General, el Contralor General o los magistrados de la Corte Constitucional.
Dice J. J. Rousseau, en El contrato social que: “Quien redacta las leyes, no tiene, o no debe tener, ningún derecho legislativo”, y Montesquieu en El espíritu de las leyes, defiende la separación de poderes y el carácter general de la mismas, mientras que el inglés John Locke, en el Segundo tratado sobre el gobierno civil expresaba que “La legislatura no deberá, ni podrá transferir a nadie el poder de hacer leyes, ni depositarlo en lugar diferente de aquél en el que el pueblo lo ha depositado”.
Éste modelo clásico de Congreso no fue el que tuvo la Colombia del primer cuatrienio Uribe Vélez. El actual Congreso cedió su poder de hacer leyes, primero aplazó la agenda legislativa y después desistió de ella. Fue un Congreso que hizo leyes de carácter particular, con iniciativa del Ejecutivo, leyes con nombre propio e inclusive aprobó una reforma constitucional, la reelección presidencial inmediata, para favorecer al propio Presidente en ejercicio.
Las leyes del Congreso que termina no fueron producto del debate legislativo, sino resultado de la legalización de las patrañas del Ejecutivo. En el modelo clásico primero nace la Ley y después viene el entuerto, hecha la Ley sobreviene la estratagema. Así la Ley prohíbe la evasión fiscal y surge la elusión como esguince.
El modelo legislativo de Uribe Vélez es inverso al modelo clásico. Primero se trama y luego viene la Ley. Por eso el Congreso, depositario de la voluntad general, no ejerce su competencia legislativa, sino una función de otorgar aval a los entuertos del ejecutivo. Al Congreso llegan las trampas ya cocinadas para investirlas de legalidad. Es un modelo de Congreso refrendario.
En este modelo refrendario el debate público desaparece, no se legisla sino que se legaliza con desayunos en Palacio, auxilios, cargos diplomáticos, contratos. Las bancadas se organizan alrededor del sí o del no; en este escenario se diluyen las razones y cobran valor las adhesiones.
Las presiones de extradición, la salida del escudero Londoño Hoyos y el fracaso del referendo en el año 2003 activaron la agenda carcunda del gobernante herido. Fue así como se cocinaron los pactos ocultos para la reelección de Uribe Vélez, el acuerdo No extradición/desmovilización y las leyes que formalizaron el reparto del poder, el olvido y la impunidad. Así adquirió estatus constitucional la reelección inmediata del Presidente en ejercicio y de esa manera fue legalizada la absolución del paramilitarismo.
El Congreso saliente fue un legislador sin ánimo de leyes, con un ejecutivo que lo mangoneó. El ícono del cuatrienio es el del Presidente Uribe en un Consejo Comunal ejerciendo todos los poderes. Él allí actúa como sumo proveedor, como presidente, como congreso y como juez.
El Congreso que termina fue un Congreso refrendario, remplazado por un Ejecutivo legislador.
Medellín, 7 de febrero de 2006
(*) Director del Consultorio de derechos y gobernabilidad, háBeas corpus.
Correo: elyesquero@gmail.com; Medellín-Colombia
CONGRESO REFRENDARIO
HECHA LA TRAMPA, HECHA LA LEY
Por
Rafael Rincón (*)
El Presidente Uribe tiene descontada su reelección y así lo ratifican las encuestas de opinión. Ahora él dice estar más preocupado por la conformación del Congreso de la República que por su reelección. Desde la Casa de Nariño anuncian que el Presidente no necesita campaña, pero que sin embargo, ha decidido anticiparla porque urge de unas mayorías que le garanticen gobernabilidad. Ha dicho el Presidente Uribe que él no puede separarse de las elecciones para Congreso y que por eso realizará talleres pedagógicos, eso sí, sin descuidar el gobierno.
En un Estado de Derecho el Congreso tiene el poder de hacer las leyes y el Presidente es responsable de cumplirlas y hacerlas cumplir. También es regla en un Estado democrático que la Ley sea general, impersonal y abstracta. Además al Congreso le compete realizar un control político al Ejecutivo y cumplir, excepcionalmente, funciones judiciales frente a los altos servidores públicos como el Presidente, el Procurador General, el Contralor General o los magistrados de la Corte Constitucional.
Dice J. J. Rousseau, en El contrato social que: “Quien redacta las leyes, no tiene, o no debe tener, ningún derecho legislativo”, y Montesquieu en El espíritu de las leyes, defiende la separación de poderes y el carácter general de la mismas, mientras que el inglés John Locke, en el Segundo tratado sobre el gobierno civil expresaba que “La legislatura no deberá, ni podrá transferir a nadie el poder de hacer leyes, ni depositarlo en lugar diferente de aquél en el que el pueblo lo ha depositado”.
Éste modelo clásico de Congreso no fue el que tuvo la Colombia del primer cuatrienio Uribe Vélez. El actual Congreso cedió su poder de hacer leyes, primero aplazó la agenda legislativa y después desistió de ella. Fue un Congreso que hizo leyes de carácter particular, con iniciativa del Ejecutivo, leyes con nombre propio e inclusive aprobó una reforma constitucional, la reelección presidencial inmediata, para favorecer al propio Presidente en ejercicio.
Las leyes del Congreso que termina no fueron producto del debate legislativo, sino resultado de la legalización de las patrañas del Ejecutivo. En el modelo clásico primero nace la Ley y después viene el entuerto, hecha la Ley sobreviene la estratagema. Así la Ley prohíbe la evasión fiscal y surge la elusión como esguince.
El modelo legislativo de Uribe Vélez es inverso al modelo clásico. Primero se trama y luego viene la Ley. Por eso el Congreso, depositario de la voluntad general, no ejerce su competencia legislativa, sino una función de otorgar aval a los entuertos del ejecutivo. Al Congreso llegan las trampas ya cocinadas para investirlas de legalidad. Es un modelo de Congreso refrendario.
En este modelo refrendario el debate público desaparece, no se legisla sino que se legaliza con desayunos en Palacio, auxilios, cargos diplomáticos, contratos. Las bancadas se organizan alrededor del sí o del no; en este escenario se diluyen las razones y cobran valor las adhesiones.
Las presiones de extradición, la salida del escudero Londoño Hoyos y el fracaso del referendo en el año 2003 activaron la agenda carcunda del gobernante herido. Fue así como se cocinaron los pactos ocultos para la reelección de Uribe Vélez, el acuerdo No extradición/desmovilización y las leyes que formalizaron el reparto del poder, el olvido y la impunidad. Así adquirió estatus constitucional la reelección inmediata del Presidente en ejercicio y de esa manera fue legalizada la absolución del paramilitarismo.
El Congreso saliente fue un legislador sin ánimo de leyes, con un ejecutivo que lo mangoneó. El ícono del cuatrienio es el del Presidente Uribe en un Consejo Comunal ejerciendo todos los poderes. Él allí actúa como sumo proveedor, como presidente, como congreso y como juez.
El Congreso que termina fue un Congreso refrendario, remplazado por un Ejecutivo legislador.
Medellín, 7 de febrero de 2006
(*) Director del Consultorio de derechos y gobernabilidad, háBeas corpus.
5 comentarios:
La ley es para todos, pero en este gobierno se perdió el interés general para entregáselo a una sóla persona.
ELVIA DURAN
nos tenemos que poner las pilas con el nuevo congreso. ¿Cuántas trampas nos quieren legalizar?
Efrain Bustamante Caro
El imperio de la trampa. Nos hacen creer que vivimos en un Estado de Derecho, cuando estamos habitando es el país de las marrullas.
Álvaro
un análisis breve y redondo del congreso que tenemos.
Ricardo
AN ENDORSING CONGRESS
ONCE THE TRICK IS IN PLACE THE LAW IS MADE
By
Rafael Rincón (*)
President Uribe is certain he will be reelected shortly and the opinion polls ratify this. He admits to being more concerned about how Congress takes shape than about his own reelection. The Presidential House (Casa de Nariño) announces that the President does not need to carry out a campaign, but that, nevertheless, he has decided to undertake one because obtaining a majority that guarantees him ample governance is a must for him. President Uribe has said that he cannot distance himself from the elections for Congress and thus will be holding educational workshops, naturally without neglecting the government
In a classical rule of law state, Congress wields the power to make the laws and the President carries out these laws and makes sure others enforce them. It is also a norm of a democratic state that laws shall be general, impersonal and abstract. Furthermore, Congress exerts political control over the Executive branch and, exceptionally, conducts the judicial review of top civil servants like the President, the Attorney General, the Comptroller General or the Magistrates of the Constitutional Court.
J. J. Rousseau stated in his ‘Social Contract’ that: “He who drafts the laws does not have, or should not have, any legislative right”, and Montesquieu, in ‘The Spirit of the Laws’, defends the separation of powers and their general character, while in his ‘Second Treatise on Civil Government’, the English John Locke states that “legislature should not or cannot transfer to anyone the power to make the laws, or place this power differently from where the people deposited it”.
This classic model of a Congress is not the one Colombia has seen in action during the first four years of President Uribe’s term in office. The current Congress ceded its power to make the laws, first postponing its legislative agenda and then desisting from it altogether. It has been a Congress that passes idiosyncratic laws, laws suggested by the Executive itself and bearing a proper name, going as far as approving a constitutional reform so that the immediate reelection of a President is allowed, in order to favour the President in office.
The laws passed by the Congress on its way out at present were not the outcome of legislative debate but rather the result of the Executive’s shenanigans. In the classic model, first the Law comes into being and then a wrong is righted; once the law is approved a stratagem follows. Thus, for example, the law forbids fiscal evasion but at the same time create exceptions.
President Uribe Vélez legislative model is the opposite of the classic one. First he weaves the trick and then comes the law. This is why Congress, depository of the will of the people, does not exert its legislative competence right now, but instead has the function of bestowing credibility on the Executive’s misdeeds. The cheating tricks have already been cooked up when they reach Congress in order to become endowed with legality. It is the model of an endorsing Congress.
In this endorsing model of Congress, public debate disappears, and legislation does not take place but instead things are legalised during breakfasts at the Executive House and via aids, diplomatic posts and the granting of contracts. The coalition groups organise around the ‘yes’ or ‘no’, and in this scenario it is motives that lose out and who you side with what counts.
The pressures of extradition, the dismissal of the Minister Londoño Hoyos and the failure of the 2003 Referendum reinforced the reactionary agenda of a wounded leader. It was under these conditions that the hidden pacts to get Uribe Vélez reelected were cooked up, as were the ‘no extradition/demobilization’ agreement and the laws formalising the distribution of power, oblivion and impunity. It was under these conditions that the immediate reelection of a President in office was granted constitutional status, and it was under these conditions that the absolution of the paramilitary forces is taking place.
The Congress on its way out was a legislator reluctant to legislate, with an Executive bossing it around to his heart’s content. The icon representing the past four years is that of President Uribe at the Communal Council exerting all the powers. He acts as sum provider, as President, as Congress and as judge.
The Congress on its way out has been an endorsing Congress, substituted by a legislating Executive.
Medellín, February 7 2006
(*) Director del Consultorio de derechos y gobernabilidad, háBeas corpus.
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