el yesQuero
Columna ciudadana de análisis y crítica política
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No. 132 Medellín, Colombia

Demoniocracia

Por
Rafael Rincón (*)

El dictador Pinochet se definió como un demócrata que defendió a Chile del terrorismo y del comunismo internacional mediante un golpe militar y una política de violación sistemática a los derechos humanos. El General Pinochet juró defender la Constitución Chilena como supremo comandante de las Fuerzas Armadas y a los 19 días eliminó brutalmente, confabulado con la CIA, al Presidente Constitucional Salvador Allende.

Dijo el dictador Pinochet (CNN) que él fue un demócrata que respetó la Constitución al pie de la letra, que él era respetuoso de las decisiones judiciales (no hubo una sentencia judicial chilena en su contra). Él, que produjo más de tres mil asesinatos, institucionalizó la tortura, perpetró centenares de desapariciones forzadas y obligó al exilió a cerca de 30.000 chilenos se autocalificó como un demócrata.

Su orgullo, además de considerarse autor de un milagro económico, fue erradicar el comunismo y el marxismo de Chile. Se vanaglorió de no haber confesado un solo crimen y afirmó siempre desconocer a los autores de las mayores atrocidades.

Chile podrá tener los mejores indicadores macroeconómicos de América Latina, eso dicen mentores y detractores, pero tiene el peor indicador de impunidad: No haber producido ni una sola sentencia en contra del dictador. Chile tiene heridas abiertas que se niega a ver en nombre de la convivencia. Hace falta más verdad en Chile, mucha más verdad para restañar heridas.

En Chile no sólo hubo flojera judicial, sino astucia y argucias de médicos, abogados, jueces, Jefes de Estado (Richard Nixon), Primeros Ministros (Jack Straw, Margaret Thatcher), bancos y empresas multinacionales que le aseguraron un final sin sentencias ni penas y con una pizca de gloria ante el repudio universal.

Pinochet fue un “demócrata” que participó, entre otras acciones delictivas, de la Operación Cóndor, una forma de terrorismo de Estado (demoniocracia) para eliminar a los disidentes, a quienes no consideraba humanos, sino humanoides. Un “demócrata” que no dudó en usar la tortura para dañar a sus adversarios y obtener confesiones. Un “demócrata” que exportó el terrorismo de Estado que le inculcó el gobierno de los Estados Unidos.

Pinochet fue un demonio en el gobierno: Un demoniocrata que expidió una Ley de amnistía para proteger a los autores de crímenes de lesa humanidad.

Este demoniocrata llamado Pinochet en Colombia hubiera tenido el estatus de sedicioso a la luz de la Ley 975 de 2005 (Ley de justicia y paz del primer periodo de Álvaro Uribe Vélez), hubiera sido considerado una víctima del conflicto armado, hubiera tenido honores de Estado, honores militares y honores paramilitares, y, además, podría seguir gozando de los 30 millones de dólares que le hurtó al fisco sin tener que pensar en reparar a nadie.

Las demoniocracias, como la que vivió Chile durante 17 años, fundan su gobierno en líderes autoritarios, que ponen los medios por encima de los fines, que se alzan como preclaros mesías de sus pueblos y afirman su inocencia no en la falta de autoría sino en la falta de pruebas judiciales que comprometan su responsabilidad.

Líderes que con la violencia usurpan el poder, se consideran demócratas hasta que no se les pruebe lo contrario y convierten en prueba del diablo su responsabilidad penal y política.

Medellín, 12 de Diciembre de 2006

(*) Director del Consultorio de Derechos y Gobernabilidad háBeas Corpus