el Candil No. 54
Observatorio de derechos y conflicto urbano del IPC
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NO LLAMAR LAS COSAS POR SU NOMBRE
Por
Rafael Rincón
Analista IPC
24 de mayo de 2005
Que en Colombia no hay conflicto armado sino agresión terrorista es la antepenúltima falacia del Presidente, porque la penúltima fue la de que el delito político no existe y la última la que le contestó a Ángela Patricia Janiot, periodista colombiana de la cadena CNN, en donde manifestó que él no estaba interesado en la reelección, sino sus amigos.
El Presidente Uribe ha tenido la inclinación de poner las cosas patas arriba, en hacerlas cambiar de rumbo mediante falacias, que por cierto le han dado muy buenos rendimientos orientando o mejor desorientando a la opinión pública hacia resultados artificiosos.
Las convivir, una de sus primeras falacias, no fueron cooperativas, ni fueron servicios especiales de vigilancia como lo establecía la ley de vigilancia y seguridad privada, y fueron declaradas parcialmente inconstitucionales por la Corte Constitucional. Ellas fueron los precedentes de varias organizaciones paramilitares. Sin embargo, el artificio está en presentarlas como una propuesta de vida y seguridad, no como máquinas de guerra o de muerte que fue para lo que realmente se crearon y se aplicaron.
Otra de sus falacias ha sido la inicialmente llamada Ley de Alternatividad Penal que ahora se llama Ley de Justicia y Paz. Este ardid legal consiste en una ley de impunidad para lograr la reincorporación de las organizaciones paramilitares que el Presidente Uribe dice desconocer. Lo alternativo de esta ley es la ausencia de justicia.
“Colombia, un país de propietarios” es otra de las falacias del Presidente consagrada en la Ley 812 de 2003 o Plan de Desarrollo 2003-2006. Según la Contraloría General de la República la pobreza en Colombia ha crecido a tal punto que el 28.9% de los colombianos vive en condiciones de indigencia y el 64% en condiciones de pobreza.
“La reforma laboral” fue una contrarreforma. Ni generó empleos, ni mejoró las condiciones laborales; lo que esta artimaña creó fue mayores ventajas para los empleadores, quienes se comprometieron a crear empleos a cargo de las ventajas, pero obtuvieron las ventajas y no se vieron los empleos. La contrarreforma acabó con la estabilidad laboral, se perdieron para los trabajadores parte de los recargos nocturnos, los recargos dominicales, y los empresarios se ganaron los subsidios de empleo.
El referéndum mediante el cual quiso hacer de un tajo la contrarreforma constitucional era más un plebiscito que lo que él anunciaba; fue la decisión de la Corte Constitucional la que le dijo pan al pan y vino al vino.
Un gobierno ducho en el arte de la falacia, en cambiar la dirección de las cosas con artimañas no es un gobierno transparente. La transparencia es el fundamento de los gobiernos democráticos. Pero en Colombia ella no es una de las claves del éxito, o al menos así lo demostrado el agudo Presidente Uribe, quien ha triunfado ante la opinión pública, siguiendo la regla de no llamar las cosas por su nombre.
Pregunta: ¿Será que algún día la justicia procesará al inductor del paramilitarismo en Colombia, por lo menos de la misma manera como ahora se está procesando al posible inductor del magnicidio de Luis Carlos Galán?.
24 de mayo de 2005
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